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jueves, 26 de febrero de 2015

Desde el Mirador

A veces lo más fácil, es más difícil.

Estimado lector, pensaba que esta historia iba a ser fácil de escribir, pero no sé cómo, ni por dónde empezar. Es tan sublime, tan cargada de emociones que no quisiera que se escapara detalle.

Quizás debería empezar contando que todo empezó con una solicitud de amistad. Que nos gusta el juego o pasar directamente a la acción.

Si todo empezó con una solicitud de amistad que quedo refrendada cuando unos ojos incapaces de abrirse se empecinaban en no ver, pero por fin se abrierony por fin se desbordaron.

Si nos gusta jugar, mucho. Cada cita se preparaba con esmero, con un exquisito procedimiento en el que se detallan todo y cada uno de los pasos, aunque la realidad es que no sirven de nada, caen en mil pedazos en el primer envite.

Aunque ella ya me lo había propuesto una vez, me dio a elegir entre tres opciones para aquel encuentro, yo le había dicho que no. Ninguna de las opciones me convencía. Esta vez le sorprendí yo a ella y contacte con alguien para llevar a cabo la fantasía. Le pillo de sorpresa, la desarbolo por completo y pude sentir su respiración agitada, a pesar de la distancia que nos separa.

Una vez más el destino fue esquivo y no pudo cumplirse al fantasía, no entrare en detalles amigo lector, si quieres saber pregunta y sabrás. Queda en el cajón de las fantasías no cumplidas.

Así es como la cita cambio de rumbo. Y empezaron mis peticiones. Yo sabía que ella tenía unas bolas chinas, de hecho son mías y solo las utiliza a petición mía.

Y le pedí que hiciera el viaje hasta Madrid con las bolas puestas, completamente introducidas en su sexo y que cuando yo llegara se las arrancaría con la boca.

Como puedes comprender, el juego acaba de empezar y ella en el viaje me envió fotos. Quería jugar conmigo, provocarme,. Excitarme y lo conseguía

Llego a Madrid, se bajo del tren y camino hasta el hotel, que estaba muy cerca de donde yo trabajo. Se atrevió a pasearse cerca de mí y yo la observé, me deje ver. Se que eso provoca unas sensaciones en su piel, un nerviosísimo que a mí me animaliza. Y a ella le hace temblar.

Así la vi alejarse camino del hotel, a prepararse para recibir a su amo como se merece.

Ella es muy meticulosa, le encanta preparar cada detalle con mimo.

Necesita su tiempo para prepararse y para preparar el entorno, nada escapa a su preparación. Necesita sentirse cálida y cómoda (si eso es posible) y sabe que para mi ese ambiente es determinante, dependiendo como se encuentre el ambiente en la habitación, puede pasar una cosa u otra.

Nunca me dio detalles de cómo se prepara. Pero intuyo que se ducha, se lava el pelo, se depila convenientemente para que su sexo este exactamente como yo quiero. Y sé que alguna vez se ha masturbado, ansiosa por tenerme, sabiendo que sus dedos son mis dedos, pero eso, si ha pasado alguna vez, no volverá a pasar. A partir de hoy le prohibiré expresamente masturbarse antes de que llegue yo. Quiero que su deseo sea brutal.

Esta vez fue más allá, siempre me ha sorprendido cuando he abierto la puerta de la habitación, unas veces por la ropa que ha elegido, otras por su actitud, otras por la preparación de la habitación, otras, ay otras. Ufffffffffffffffffffff. Todavía recuerdo el día en que se puso su collar y su cadena. Tiemblo al recordarlo, como ella tiembla ahora mismo.

Uffffffffffffffffffffffffffffffff.

Esta vez solo tenía que colmar mi deseo de verla con las bolas chinas en su sexo. Me imagine que me recibiría con las piernas abiertas y el fino hilo de las bolas asomando por su sexo, eso sí completamente mojado, excitado, brillante, de forma que provocara una reacción inmediata en mi.

Pero no lo hizo así.

Habíamos quedado que cuando fuera a salir la avisaría, para ella tener tiempo para prepararse.

Me dijo avísame cuando estés en la puerta del hotel.

Dejare la puerta abierta y entras directamente, sin llamar.

Así lo hice.

.-Cielo estoy aquí abajo.

.-Sube, la puerta está abierta.

Subí en el ascensor, vi la puerta entreabierta y oí unos pequeños ruidos como colocando en una posición un mueble.

Abrí la puerta y la encontré a ella, como jamás había soñado encontrarla, de una manera que solamente dos personas cómplices pueden saber, entender.

En la habitación había una especie de camarera que supongo serviría para apoyar las maletas o dejar la bolsa para la lavandería. Era metálica con una especie de cintas y que se abría en forma de tijera.

Era abrir la puerta y verla.

Allí colocada encima de la camarera estaba ella, con los ojos vendados, vestida con sus medias, con sus zapatos de tacón, un corpiño y sin bragas.

De su sexo colgaban las bolas chinas, una completamente introducida en su sexo, la otra colgaba por fuera y el hilo del que debía tirar mojado de sexo caliente.

Observe mi escena. Me deleite mirándola, viéndola. Temblaba, su respiración era muy agitada, sus gemidos escapaban despacio, muy lentamente. Casi se podía oír el castañeo de sus nervios, su inquietud, su ansiedad.

Tenía miedo, no por lo que iba a pasar que ya lo sabía, no. Tenía miedo, pero solo por saber si a mí, a su señor le gustaba, nada de lo que le pudiera pasar le daba miedo, nada.

Mantuve el silencio. Deje mi bolsa en el suelo. Avance por la habitación: el silencio era absoluto, se oían perfectamente mis pisadas y el agitar de sus pulmones.

A la vez que paseaba a su alrededor sin dejar de mirarla, iba desnudándome. La habitación estaba cálida y sobraba mucha ropa.

Pude comprobar cómo mi silencio acrecentaba su miedo, como su respiración se agitaba. Creo que si tardo más en actuar ella misma me hubiera gritado.

Me cerque a su sexo, pase un mano, hervía, mojaba, quemaba.

Lo acaricie por encima, me sienta Dios.

Seguía sin hablar, no decía, solo miraba y acariciaba.

Jugué con su sexo, introduje a la bola que quedaba colgando, le molesto, pero eso no me impidió o me retuvo.

El empuje para dentro y mis dedos se quedaron atrapados en su húmedo sexo.

Metí y saque las bolas a mi antojo, despacio, deprisa, sin orden a lo mejor, sin concierto, pero era lo que deseaba. Ver su sexo palpitar, escuchar sus gemidos.

Ver sus movimientos, tenía ventaja yo veía, ella no.

Moví a mi antojo el hilo para fuera y empuje las bolas a veces con fuerza, notaba como se descomponía su cuerpo, como se convulsionaba, como sus gemidos se escapaban.

Me encantaban su ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, arrancados a golpe de hilo, cada vez más profundos, más intensos.

Gozaba con ello. Era feliz, muy feliz

Cuando quede satisfecho, me agache, bese su sexo y con mis dientes y labios procedí a sacar las bolas de su sexo, hasta que cayeron al suelo y hundí mi cabeza en el.

Lamí, bebí, mordí. Necesitaba llenarme de su sabor.

Me incorporé. Deje caer mi pantalón y me acerque a su cabeza. Le acerque mi polla a sus labios, quería lamerla, no lo deje. Tire de la cadena.

Conseguía rozar la punta de mi capullo, estaba ansiosa quería polla.

Sabía que no podía más.

Pero solo le deje lamerla un poco, sé que ella hubiera querido que se la metiera en la boca hasta el fondo. Sé que anisaba mamarme la polla hasta el final, necesitaba el sabor de mi polla, necesitaba que me corriera en su boca y yo lo deseaba, pero no lo hice.

La libere de sus ataduras, me tumbe en la cama y espere su reacción.

Había acumulado muchísima tensión y necesitaba liberarla, la deje actuar.

No lo dudo, quería sentí mi polla en su interior.

Se sentó sobre ella y cabalgo como una posesa, no paraba, no atendía a razones, cabalgo y gozo.

Yo le ayudaba con mis brazos en su embestidas, de vez en cuando la detenía y empujaba apara que se clavara fuerte mi polla en su cuerpo. Así siguió hasta que no pude más y estalle en su interior,

Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.

Me beso y beso

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